Capítulo 4
A pesar de todo fui a la
cafetería a encontrarme con Gabriel, mi obstinación y orgullo, a pesar de estar
enamorada de mi hermanastro, me lo exigían.
Gabriel ya me estaba
esperando en una de las mesas del gran comedor con una gran sonrisa pintada en
su rostro. Fui a la cafetería antes para pedir algo de azúcar, necesitaba
chocolate, una manera rápida y que me encantaba de subirme la tensión y
relajarme.
─Me alegra que hayas
aceptado mi invitación─ dijo, mientras apoyaba su cabeza, sobre sus manos─ como
tardabas, pensaba que ibas a dejarme plantado.
─Tuve que retrasarme, lo
siento─ le dije con una sonrisa, mientras le quitaba el envoltorio a mi
chocolatina, que era lo único que me entraba en el estómago, después de mi
encuentro con Eric─ la verdad es que nunca te había visto antes.
─Si yo a ti tampoco, un
fallo por mi parte, pues conozco a todas las chicas guapas de este inmenso
colegio y claramente, tu eres una de ellas─ empezaba mal, si pretendía
conquistarme con halagos de belleza barata, era mono, pero no tanto.
─Gracias, pero yo no creo
eso─ dije con una sonrisa forzada─ para mí, la belleza, es una tontería, las
personas por dentro son lo que cuentan….los hombres que creen en eso para mí,
son unos necios, arrogantes que no ven más allá del culto al cuerpo.
─Vaya, si que eres bastante
culta para tu edad. Lo siento, Alex, no era esa mi intención.
─Ya sólo pensaste que era
igual que todas las tontas chicas que hay en ese colegio, a las que, sin duda,
se les cae la baba cada vez que les hablas…─su cara era de un asombro total,
pero no pensaba callarme─ pues déjame decirte algo, antes de hablar con
alguien, conócela primera, tal vez aprendas algo─ y con esto último me levanté
de la mesa y me fui con mis amigas a clase, pues ya había tocado el timbre ,
que nos avisaba que el descanso se había acabado.
Las dos últimas clases del
día resultaron tremendamente aburridas, no es que a mí no me gustara la
historia, sino que me encanta, pero con la profesora Lorreine Maxwell, las
clases eran tremendamente aburridas.
Se dedicaba las horas
leyendo el libro, de manera que podías darte cuenta de que pasaba una mosca o
dormirte en plena clase, es decir, una manera totalmente aburrida de estudiar
la preciosidad de saber que les había pasado a tus antepasados, cosa que a mí me
fascinaba y me intrigaba desde los diez años.
Cuando ya sólo quedaba media hora y la mayoría de nosotros estaba ya
maldiciendo o pensando que quedaba muy poco para deshacernos de ella y su
interminable charla, yo pasé la hoja de mi libro y lo que me encontré hizo que
centrara en ella toda mi atención.
A
lo largo de la historia, son muchas las religiones y reyes que temían que
hubiera algo más allá que los atemorizará cuando se acabara este mundo.
Son
numerosas las leyendas que hablan de ángeles negros que te llevan al paraíso o
al infierno, los llamados ángeles de la muerte. Otras religiones como los
budistas, creen en que todos nos reencarnamos según, las buenas o malas
acciones que realizamos a lo largo de nuestra vida. Si esto fuera verdad, una
persona que hiciera algo terriblemente malo, podría ser un simple hormiga en su
siguiente vida y una buena persona, otro humano en su pleno nacimiento o un
perro, ya que su vida, es sumamente tranquila.
No sé porqué, todo esto me
inquietaba, muchas cosas habían pasado entre Eric y yo, además de con Gabriel y
la verdad es que nunca me había pensado a pensar en ello, pero era algo
realmente inquietante. Los fantasmas y la muerte, no era algo que me gustara,
amaba demasiada mi vida, pero…tenía un mal presentimiento.
Mientras veía el cuadro de
Dante, que ya había tenido que estudiar días antes, sonó el timbre y por fin
salimos, ese día estaba cansada y, tras haberme despedido rápidamente de Lía y
de Shannon, fui caminado a grandes pasos hasta mi casa.
Eric ya estaba allí, pues
estaban sus zapatos en la entrada, pero no mis padres, algo raro pues solamente
trabajaban de noche. Entré directa a la cocina y vi la nota en la nevera “Vuestra
abuela está enferma, volveremos lo antes posible, no os peléis. Tenéis la
comida en el horno, besos. Papa y mamá”
Genial, otro día solos, como
si el de ayer no hubiera sido lo suficientemente intenso, para que hoy
estuviéramos igual. Intenté relajarme, pero mi corazón repiqueteaba en mi pecho
como un tambor, a causa de los nervios, sobretodo, cuando empecé a subir las
escaleras, mientras él las bajaba.
─Creo que te dije…que no
fueras a esa cita con Gabriel, Alex─ me dijo mientras se paraba para mirarme
molesto y con cara de furia.
─Bueno, yo también te dije
que era mayorcita, hermanito. Déjame tranquila…no tengo que darte
explicaciones─ y antes de que subiera el escalón, me cogió por el brazo y me
empujó contra la pared que rodeaba nuestras escaleras.
─Sí que me importa, no
quiero que estés con él─ y su cuerpo se acercó tanto que estaba pegado
completamente a mí─ quiero que estés conmigo.
─ ¿Te has vuelto loco? Somos
hermanos, Eric. Además yo no…─ imposible no podía decir que no me gustaba, esto
era lo que tanto había soñado. Esto confirmaba que él había cambiado, que algo
había cambiado.
─ ¿Tú qué Alejandra?─ y sus
manos me acariciaron mi mejilla, cómo lo había hecho en la sala vacía por la
mañana─ se que tu también quieres y…la verdad, aunque no quieras, querrás…no
pienso dejarte que estés con ese idiota.
─Yo…─ pero mis palabras, no
salían. Mi corazón y mi mente no querían rebatirle nada, además no era mi
hermano─ suéltame Eric, por favor. Si nuestros padres nos ven…
─No me importa, Alejandra.
Sus manos agarraron las mías
completamente, las puso sobre mi cabeza y se acercó a mi rostro, iba a besarme.
No se me ocurría nada, lo que había deseado durante años, se iba cumplir, por
fin. Mi corazón latía como nunca lo había hecho en mi vida, si alguna vez había
tenido dudas de lo que sentía por Eric, hoy se habían ido de mi cabeza junto
con mi razón. No me importaba la gente, no me importaban mis padres, sólo sus
labios que estaban a punto de rozar los míos.
─Chicos, ya estamos en casa,
¿dónde estáis?─ mis padres, siempre tan oportunos. Eric se separó de mí, pero
me susurró algo al oído; ─ La próxima
vez, tus labios carnosos y dulces, serán míos, Alex─ me quedé sin
respiración, sin palabras, sorprendida e incrédula de sus hermosas palabras y
del deseo que llevaba impreso en ellas.
─Oh…estabais aquí, ¿todo
bien? Vamos a cenar, vuestra abuela no tenía nada grave. Sólo un simple
resfriado. Venga, rápido Alex, hija. Vete a cambiarte y a cenar─ me había
quedado tan impactada, que me costaba moverme de la pared.
─Si mamá, enseguida bajo─ y
cuando mi madre se perdió en la cocina, Eric me regaló una sonrisa torcida,
preciosa, mientras yo subía las escaleras.
La cena era pescado, hecho
al horno con sal, era una de mis comidas preferida y muy sana, cómo casi todo
lo que preparaba mi madre en nuestra casa.
Terminé de comer y me fui a
mi cuarto. Arreglé mis cosas para mañana, cogí mis cascos, encendí mi Ipod y me
puse a escuchar música, pues sabía que con lo que había pasado hoy, me costaría
mucho trabajo dormir.
****
Eric estaba frustrado, tenía
tantas ganas de besar a Alejandra, que había estado a punto de hacerlos
invisibles y juntar sus labios con los de ella.
Era uno de los poderes que
tenían todos, pero no podían permanecer así más de media hora, tiempo
suficiente para lo que Eric pretendía. Sólo lo había frenado el hecho de que
ella se asustaría, ese no era el momento, tendría que descubrir las cosas por
sí misma, ella era lista.
Sentía curiosidad por lo que
ella podría hacer cuando cumpliera los dieciocho años, acontecimiento para el
cual, quedaba cada vez menos. Lo que si a Eric le había sorprendido muchísimo
es que ella no se apartara de él o no insistiera tanto, podría ser que supiera
que no eran hermanos, tendría él que averiguar, que era lo que Alejandra sabía
y eso implicaba enfadarla y no había cosa que Eric deseara más que verla así,
ponía una cara tan adorablemente hermosa que se le removía todo por dentro.
Estaba de nuevo en la tierra
de los muertos, pues Aris los había llamado de nuevo y parece ser, que también
algo urgente. Un ángel había entrado por su ventana hace menos de una hora,
cuando Eric se debatía en si entrar de manera invisible al cuarto de Alex.
─Chicos, el caso es grave.
He estado revisando libros y leyendas, que sobrevivieron a la gran catástrofe,
cuando nosotros nos convertimos en los cuatro de la tierra de los muertos─
empezó a decir Aris. Esta vez, estaban en su casa, donde Aris había recreado
una casa ostentosa con grandes columnas, suelos de mármol, cinco habitaciones
de grandes techos y completamente
rosada, que desagradaba a todos menos a ella.
─Según esto─ dijo mientras
cogía un libro viejo y desgastado─ nacerá en la tierra alguien con la fuerza de
los demonios y la pureza de los ángeles que hará volver al mundo a su origen─
todos se quedaron callados, aquello era más de lo que esperaban─ citado
textualmente dice.
“El
día del apocalipsis vendrá a la tierra para destruir el mundo que conocemos.
Una niña nacerá bajo la protección tanto del cielo como del infierno,
albergando fuerza y pureza de ambos mundos, como única llave de equilibro entre
ellos. Todo principio tiene un fin y un nuevo comienzo, la materia se crea, se
destruye y vuelve a generarse”
─Eric… ¿cómo sabes que es
Alejandra?─ dijo Aris mirándole.
─Sabéis que puedo cambiar
realidades y emociones, hacer que la gente crea lo que yo les digo que deben
creer─ dijo mientras daba vueltas por la sala tocándose la barbilla─ En una de
mis numerosas visitas al mundo humano la vi. Alejandra estaba leyendo un libro
en uno de los árboles de su colegio, una humana más, alguien que no me hubiera
llamado la atención, si no hubiese sido porque, al levantarse se cayó. Su
pierna se llevó un leve corte, que para mi asombro se curó ante mis ojos en un
segundo, cosa que ella no pareció notar. Después de eso hice que todos me vieran
como su hermano, incluido ella.
─Bueno…de momento, seguid
haciendo lo que os dije. Si la tenemos de nuestra parte, ese apocalipsis no
podrá llevarse a cabo─ Eric y Gabriel se fulminaban con la mirada, pues estaba
claro que los dos querían estar con ella.
─Hay otra cosa que os
interesa y os atañe únicamente a vosotros dos─ los aludidos se giraron ante
Aris y la miraron con desconcierto─ Alejandra tiene mitad de ángel, si alguno
de vosotros se acuesta con ella, su parte buena perecerá y no habrá forma de que
este apocalipsis se pare.
─Así que…mantened a raya
vuestra testosterona, o las cosas se complicarán mucho. Sería lo mismo que aquí
cuando os acostáis con uno de los ángeles que tenemos de mensajeros o
cuidadores. Cuando averigüe algo más,
volveremos a vernos. No os olvides lo que os he dicho.
Eric se apareció de nuevo en
su casa, más frustrado aún que antes, pues sólo de pensar en quitarle la parte
buena a Alejandra por acostarse con ella le hacía querer alejarse de ella, y
así poder protegerla. Sin embargo, su ganas de seguir viendo sus reacciones y
disfrutar de su tacto, hizo que se volviera invisible y entrara en us cuarto.
Alejandra estaba con los
cascos puestos, dormida encima de las mantas. Eric le quitó los cascos con
mucho cuidado, la tapó con us sábanas y después de darle un beso en los labios
que se moría por besar salió de su habitación con una gran sonrisa.