domingo, 30 de junio de 2013

LAZOS PROHIBIDOS



Capítulo 4


A pesar de todo fui a la cafetería a encontrarme con Gabriel, mi obstinación y orgullo, a pesar de estar enamorada de mi hermanastro, me lo exigían.
Gabriel ya me estaba esperando en una de las mesas del gran comedor con una gran sonrisa pintada en su rostro. Fui a la cafetería antes para pedir algo de azúcar, necesitaba chocolate, una manera rápida y que me encantaba de subirme la tensión y relajarme.
─Me alegra que hayas aceptado mi invitación─ dijo, mientras apoyaba su cabeza, sobre sus manos─ como tardabas, pensaba que ibas a dejarme plantado.
─Tuve que retrasarme, lo siento─ le dije con una sonrisa, mientras le quitaba el envoltorio a mi chocolatina, que era lo único que me entraba en el estómago, después de mi encuentro con Eric─ la verdad es que nunca te había visto antes.
─Si yo a ti tampoco, un fallo por mi parte, pues conozco a todas las chicas guapas de este inmenso colegio y claramente, tu eres una de ellas─ empezaba mal, si pretendía conquistarme con halagos de belleza barata, era mono, pero no tanto.
─Gracias, pero yo no creo eso─ dije con una sonrisa forzada─ para mí, la belleza, es una tontería, las personas por dentro son lo que cuentan….los hombres que creen en eso para mí, son unos necios, arrogantes que no ven más allá del culto al cuerpo.
─Vaya, si que eres bastante culta para tu edad. Lo siento, Alex, no era esa mi intención.
─Ya sólo pensaste que era igual que todas las tontas chicas que hay en ese colegio, a las que, sin duda, se les cae la baba cada vez que les hablas…─su cara era de un asombro total, pero no pensaba callarme─ pues déjame decirte algo, antes de hablar con alguien, conócela primera, tal vez aprendas algo─ y con esto último me levanté de la mesa y me fui con mis amigas a clase, pues ya había tocado el timbre , que nos avisaba que el descanso se había acabado.
Las dos últimas clases del día resultaron tremendamente aburridas, no es que a mí no me gustara la historia, sino que me encanta, pero con la profesora Lorreine Maxwell, las clases eran tremendamente aburridas.
Se dedicaba las horas leyendo el libro, de manera que podías darte cuenta de que pasaba una mosca o dormirte en plena clase, es decir, una manera totalmente aburrida de estudiar la preciosidad de saber que les había pasado a tus antepasados, cosa que a mí me fascinaba y me intrigaba desde los diez años.  Cuando ya sólo quedaba media hora y la mayoría de nosotros estaba ya maldiciendo o pensando que quedaba muy poco para deshacernos de ella y su interminable charla, yo pasé la hoja de mi libro y lo que me encontré hizo que centrara en ella toda mi atención.
A lo largo de la historia, son muchas las religiones y reyes que temían que hubiera algo más allá que los atemorizará cuando se acabara este mundo.
Son numerosas las leyendas que hablan de ángeles negros que te llevan al paraíso o al infierno, los llamados ángeles de la muerte. Otras religiones como los budistas, creen en que todos nos reencarnamos según, las buenas o malas acciones que realizamos a lo largo de nuestra vida. Si esto fuera verdad, una persona que hiciera algo terriblemente malo, podría ser un simple hormiga en su siguiente vida y una buena persona, otro humano en su pleno nacimiento o un perro, ya que su vida, es sumamente tranquila.
No sé porqué, todo esto me inquietaba, muchas cosas habían pasado entre Eric y yo, además de con Gabriel y la verdad es que nunca me había pensado a pensar en ello, pero era algo realmente inquietante. Los fantasmas y la muerte, no era algo que me gustara, amaba demasiada mi vida, pero…tenía un mal presentimiento.
Mientras veía el cuadro de Dante, que ya había tenido que estudiar días antes, sonó el timbre y por fin salimos, ese día estaba cansada y, tras haberme despedido rápidamente de Lía y de Shannon, fui caminado a grandes pasos hasta mi casa.

Eric ya estaba allí, pues estaban sus zapatos en la entrada, pero no mis padres, algo raro pues solamente trabajaban de noche. Entré directa a la cocina y vi la nota en la nevera “Vuestra abuela está enferma, volveremos lo antes posible, no os peléis. Tenéis la comida en  el horno, besos. Papa y mamá”
Genial, otro día solos, como si el de ayer no hubiera sido lo suficientemente intenso, para que hoy estuviéramos igual. Intenté relajarme, pero mi corazón repiqueteaba en mi pecho como un tambor, a causa de los nervios, sobretodo, cuando empecé a subir las escaleras, mientras él las bajaba.
─Creo que te dije…que no fueras a esa cita con Gabriel, Alex─ me dijo mientras se paraba para mirarme molesto y con cara de furia.
─Bueno, yo también te dije que era mayorcita, hermanito. Déjame tranquila…no tengo que darte explicaciones─ y antes de que subiera el escalón, me cogió por el brazo y me empujó contra la pared que rodeaba nuestras escaleras.
─Sí que me importa, no quiero que estés con él─ y su cuerpo se acercó tanto que estaba pegado completamente a mí─ quiero que estés conmigo.
─ ¿Te has vuelto loco? Somos hermanos, Eric. Además yo no…─ imposible no podía decir que no me gustaba, esto era lo que tanto había soñado. Esto confirmaba que él había cambiado, que algo había cambiado.
─ ¿Tú qué Alejandra?─ y sus manos me acariciaron mi mejilla, cómo lo había hecho en la sala vacía por la mañana─ se que tu también quieres y…la verdad, aunque no quieras, querrás…no pienso dejarte que estés con ese idiota.
─Yo…─ pero mis palabras, no salían. Mi corazón y mi mente no querían rebatirle nada, además no era mi hermano─ suéltame Eric, por favor. Si nuestros padres nos ven…
─No me importa, Alejandra.
Sus manos agarraron las mías completamente, las puso sobre mi cabeza y se acercó a mi rostro, iba a besarme. No se me ocurría nada, lo que había deseado durante años, se iba cumplir, por fin. Mi corazón latía como nunca lo había hecho en mi vida, si alguna vez había tenido dudas de lo que sentía por Eric, hoy se habían ido de mi cabeza junto con mi razón. No me importaba la gente, no me importaban mis padres, sólo sus labios que estaban a punto de rozar los míos.
─Chicos, ya estamos en casa, ¿dónde estáis?─ mis padres, siempre tan oportunos. Eric se separó de mí, pero me susurró algo al oído; ─ La próxima vez, tus labios carnosos y dulces, serán míos, Alex─ me quedé sin respiración, sin palabras, sorprendida e incrédula de sus hermosas palabras y del deseo que llevaba impreso en ellas.
─Oh…estabais aquí, ¿todo bien? Vamos a cenar, vuestra abuela no tenía nada grave. Sólo un simple resfriado. Venga, rápido Alex, hija. Vete a cambiarte y a cenar─ me había quedado tan impactada, que me costaba moverme de la pared.
─Si mamá, enseguida bajo─ y cuando mi madre se perdió en la cocina, Eric me regaló una sonrisa torcida, preciosa, mientras yo subía las escaleras.

La cena era pescado, hecho al horno con sal, era una de mis comidas preferida y muy sana, cómo casi todo lo que preparaba mi madre en nuestra casa.
Terminé de comer y me fui a mi cuarto. Arreglé mis cosas para mañana, cogí mis cascos, encendí mi Ipod y me puse a escuchar música, pues sabía que con lo que había pasado hoy, me costaría mucho trabajo dormir.

****
Eric estaba frustrado, tenía tantas ganas de besar a Alejandra, que había estado a punto de hacerlos invisibles y juntar sus labios con los de ella.
Era uno de los poderes que tenían todos, pero no podían permanecer así más de media hora, tiempo suficiente para lo que Eric pretendía. Sólo lo había frenado el hecho de que ella se asustaría, ese no era el momento, tendría que descubrir las cosas por sí misma, ella era lista.
Sentía curiosidad por lo que ella podría hacer cuando cumpliera los dieciocho años, acontecimiento para el cual, quedaba cada vez menos. Lo que si a Eric le había sorprendido muchísimo es que ella no se apartara de él o no insistiera tanto, podría ser que supiera que no eran hermanos, tendría él que averiguar, que era lo que Alejandra sabía y eso implicaba enfadarla y no había cosa que Eric deseara más que verla así, ponía una cara tan adorablemente hermosa que se le removía todo por dentro.
Estaba de nuevo en la tierra de los muertos, pues Aris los había llamado de nuevo y parece ser, que también algo urgente. Un ángel había entrado por su ventana hace menos de una hora, cuando Eric se debatía en si entrar de manera invisible al cuarto de Alex.
─Chicos, el caso es grave. He estado revisando libros y leyendas, que sobrevivieron a la gran catástrofe, cuando nosotros nos convertimos en los cuatro de la tierra de los muertos─ empezó a decir Aris. Esta vez, estaban en su casa, donde Aris había recreado una casa ostentosa con grandes columnas, suelos de mármol, cinco habitaciones de grandes techos  y completamente rosada, que desagradaba a todos menos a ella.
─Según esto─ dijo mientras cogía un libro viejo y desgastado─ nacerá en la tierra alguien con la fuerza de los demonios y la pureza de los ángeles que hará volver al mundo a su origen─ todos se quedaron callados, aquello era más de lo que esperaban─ citado textualmente dice.
“El día del apocalipsis vendrá a la tierra para destruir el mundo que conocemos. Una niña nacerá bajo la protección tanto del cielo como del infierno, albergando fuerza y pureza de ambos mundos, como única llave de equilibro entre ellos. Todo principio tiene un fin y un nuevo comienzo, la materia se crea, se destruye y vuelve a generarse”
─Eric… ¿cómo sabes que es Alejandra?─ dijo Aris mirándole.
─Sabéis que puedo cambiar realidades y emociones, hacer que la gente crea lo que yo les digo que deben creer─ dijo mientras daba vueltas por la sala tocándose la barbilla─ En una de mis numerosas visitas al mundo humano la vi. Alejandra estaba leyendo un libro en uno de los árboles de su colegio, una humana más, alguien que no me hubiera llamado la atención, si no hubiese sido porque, al levantarse se cayó. Su pierna se llevó un leve corte, que para mi asombro se curó ante mis ojos en un segundo, cosa que ella no pareció notar. Después de eso hice que todos me vieran como su hermano, incluido ella.
─Bueno…de momento, seguid haciendo lo que os dije. Si la tenemos de nuestra parte, ese apocalipsis no podrá llevarse a cabo─ Eric y Gabriel se fulminaban con la mirada, pues estaba claro que los dos querían estar con ella.
─Hay otra cosa que os interesa y os atañe únicamente a vosotros dos─ los aludidos se giraron ante Aris y la miraron con desconcierto─ Alejandra tiene mitad de ángel, si alguno de vosotros se acuesta con ella, su parte buena perecerá y no habrá forma de que este apocalipsis se pare.
─Así que…mantened a raya vuestra testosterona, o las cosas se complicarán mucho. Sería lo mismo que aquí cuando os acostáis con uno de los ángeles que tenemos de mensajeros o cuidadores. Cuando averigüe  algo más, volveremos a vernos. No os olvides lo que os he dicho.
Eric se apareció de nuevo en su casa, más frustrado aún que antes, pues sólo de pensar en quitarle la parte buena a Alejandra por acostarse con ella le hacía querer alejarse de ella, y así poder protegerla. Sin embargo, su ganas de seguir viendo sus reacciones y disfrutar de su tacto, hizo que se volviera invisible y entrara en us cuarto.
Alejandra estaba con los cascos puestos, dormida encima de las mantas. Eric le quitó los cascos con mucho cuidado, la tapó con us sábanas y después de darle un beso en los labios que se moría por besar salió de su habitación con una gran sonrisa.

LAZOS PROHIBIDOS



Capítulo 3


Me tumbé en la cama bocabajo, en mis sábanas rosas, sólo tenía ganas de dormir.
Cada vez me costaba más disimular mi indiferencia hacia Eric, mi hermanastro. Mi mente daba vueltas y vueltas al tema, estaba más que claro que lo que fuera que aquel chico, Gabriel, y él estaban hablando era  algo importante y él no quería decirme nada.  Una luz en la puerta de mi cuarto, me sacó de mis pensamientos, mientras de hacía sutilmente la dormida, pensando que eran mis padres que habían vuelto de su cena romántica de aniversario.
Pero ese olor familiar, que conocía tan bien me decía que era Eric, el que estaba traspasando la puerta de mi habitación. Mis músculos se tensaron, me puse nerviosa, intentando por todos los medios parecer dormida, mientras él se acercaba a mí y me daba un beso en la frente.
─Alejandra, te protegeré, de todo y de todos. Nunca permitiré que te hagan daño, dulces sueños─ y sentí que la puerta se volvía a abrir, para después volver a cerrarse con cuidado.
¿Qué mierda había sido aquello?...yo tenía razón, entonces, yo era la persona de la que hablaban aquellos dos en los laboratorios de química, Eric, me ocultaba algo, algo grande e importante. Tendría que averiguarlo, si él no pensaba decírmelo, pensaba probar suerte con su amiguito o lo que fuera Gabriel. No pensaba quedarme parada, el diecisiete de septiembre cumpliría los dieciocho años y para eso sólo quedaban tres meses, tiempo suficiente para enterarme de lo que iba a suceder conmigo.
Intenté dormirme por todo los medios, sin mucho resultado, lo de contar ovejitas, funcionaba cuando eras niña, con todo lo que yo tenía en la cabeza y sobre todo, por las angustiadas preguntas que recorrían mi mente me era imposible. Cansada pero sin sueño, me puse a leer un rato, ya que era otra cosa que me encantaba a parte de escuchar música y así mi mente se olvidaría de lo extraño que resultaba mi hermano en estos momentos y de las interminables preguntas que tenía en mi subconsciente.

****
Hacía dos meses que Eric  no volvía a ese lugar, pero tal como había dicho Gabriel, tenía que dar explicaciones, ya que había mantenido en secreto la existencia de Alejandra.
Había ido a verla a su cuarto haber si estaba bien, no soportaba verla llorar, pero ella estaba dormida y su cara tan hermosa, que no había podido reprimir las ganas de besarla en la frente. Le llamaba la atención como nadie en sus miles de años de vida, lo había conseguido y eso, que muchas mujeres habían pasado por su cama, pues era uno de los cuatro grandes y su hermosura a los ojos de los demás les atraía.
Con ella era diferente, la había visto crecer, su hermosura había aumentado a causa del aumento de su edad y era cada vez más bella y atractiva. Sus ojos castaños claros como el agua, que te podías reflejar en ellos, su cabello castaño-liso y sus labios gruesos y rojos, hacían que fuera una tortura para él contemplarla y no poder darle un beso en los labios, pero para ella él, solo era su hermano y eso la asustaría.
Eric abrió la enorme puerta negra y se dirigió al salón de reuniones de su casa, donde estaba seguro que los demás estaban esperándole. Esa casa la había construido y supervisado él, quería que fuera su refugio y hogar por siglos, pero cuando se fue a vivir con Alejandra como su hermano, no pasaba muchas noches en ella, ya que se le hacía muy fría y vacía, porque ella no estaba con él, un sentimiento nuevo para Eric, que no sabía interpretar.
Él era una de los cuatro grandes, que habían sobrevivido  al apocalipsis y que reinan en los cuatro puntos cardenales de la tierra de los muertos. Al contrario de lo que todo el mundo pensaba, no existía ni cielo, ni infierno, sino que al morir ibas a una especie de limbo gobernado por ellos, según el país donde vivías. Allí sólo con pensarlo tenías lo que desearas siempre que no fuera algo malo, además de que las familias tenían el mismo lugar para sus antepasados y así, convivían generaciones de su misma familia.
Para controlar la paz aparte de ellos, que poseían inmensos poderes, pues descendían de Dios, habían creado a los ángeles guardianes, que hacían que se hicieran cumplir las normas que estaban desde hace ya bastantes siglos.
La principal de ellas era que no se le podía decir a nadie como era en realidad la muerte, que existía este lugar y que era un lugar maravilloso, a pesar de las normas. La gente necesitaba el control de saber que podía haber algo malo y que tenían que luchar por su vida, sino todo el mundo que le salieran mal las cosas, terminarían suicidándose para acceder a este lugar.
Todos estaban allí cuando atravesó la puerta de su sala de reuniones, mirándole con algo de rabia y decepción. Arista, era la que controlaba la parte Norte; Rafael controlaba la parte Oeste; Gabriel tenía la parte Este y a Eric la parte Sur, donde para su alivio nunca pasaba mucho y casi todo el mundo le apreciaba, no podía decir lo mismo de sus compañeros.
─Nos debes una explicación, Eric. ¿Pensabas ocultárnoslo toda la vida?, esa niña puede destruirnos, todo cuanto nos ha costado esto, todo por lo que hemos luchado─ dijo Arista, menuda de cabellos rubios, pero tremendamente mortal, puesto que, sus poderes de control podían estrangularte solo con la mirada.
─Hola a ti también, Aris─ como la solíamos llamar ellos en privado─ hace poco que me enteré de que ella existía, piensa que soy su hermano, pero como ya os pudisteis imaginar, es sólo una ilusión creada por mis poderes, al igual que todo lo que a ella la rodea. Sólo quería estar seguro, controlarla y protegerla─ dijo con calma.
─Deberías habérnoslo dicho y no que nos tuviéramos que enterar por medio de Gabriel. Aunque la situación es ahora más propicia para nosotros, ya que las podremos manipular, la arma será nuestra en vez de que la puedan utilizar en nuestra contra─ dijo esta vez Rafael. Él era alto, aunque no tanto como Eric, moreno, cabellos largos negros y ojos casi negros como la noche, su poder era la fuerza sobrehumana, que poseía, capaz de destrozar el más duro de los materiales de la tierra.
─Ya que lo has hecho hasta ahora y ella, confía en ti. Sigue con ello, pero vigílala muy de cerca. Con tus encantos innatos, Eric─ pronuncio Aris─ debes seducirla, hacer que no nos traicione, llegado el momento y este tan enamorada de ti, que te siga a donde quiera que vayas.
─ ¿Estás loca, Aris?─ dijo Eric levantando la voz, enfurecido─ ella piensa que somos hermanos, en la tierra eso es algo prohibido, nuca me verá como algo más que su hermano.
─Oh, vamos Eric. ¿Desde cuándo a ti te importan esas cosas o han sido un problema para tus propósitos?─ soltó Rafael con sarcasmo y una visible envidia, pues él, como se decía por ahí no era famoso por sus conquistas.
─Eres un envidioso Rafael, deja de utilizar sarcasmos conmigo o…─ dijo Eric amenazándolo, a lo que Rafael se acercó con furia en la mirada incitándole a que se atreviera, para iniciar una pelea.
─Basta ya. Parecéis niños─ dijo Aris poniéndose en medio de ellos─ tengo entendido que Gabriel también está en su mismo colegio. Tú te encargarás─ dijo señalándole.
─Oh, no. De ninguna manera─ contraatacó Eric terriblemente furioso y con sus músculos tensionados. No pensaba permitir que nadie la tuviera, si él no podía tenerla.
─Esto es lo que hay, chicos. Uno de los dos, me da igual quién. Sólo me interesa esa chica para que no nos mate, no olvidéis que con esto también salváis vuestros traseros. Doy por terminada la sesión y la discusión─ dijo Aris, mientras se acercaba a la puerta de la sala a gran velocidad─ nos volveremos a reunir en un mes, pero esta vez en mi reino. No me gusta viajar tanto, es malo para mi cutis─ y con esas palabras salió al enorme prado que se extendía por todo el hermoso lugar que era aquella tierra.

Todos se marcharon. Gabriel fue el último, que provocó a Eric susurrándole al oído; ─ A mí también me gusta, de manera que, prepárate para la guerra, Lucifer─ sabía que él odiaba ese nombre y lo había hecho solo para lastimarlo y dañarlo. No se lo permitiría. Alejandra era suya, conseguiría conquistar su corazón, aunque pensaran que eran hermanos. La aria olvidarse de eso, la seduciría, aunque ella no quisiera, sería suya. Probaría por fin esos labios carnosos y rosados que tanto le atraían.
─Prepárate tu Gabriel─ dijo cuando el ya estaba bastante alejado de la puerta, pero sabiendo que aún podía oírle─ seré yo quien se quede con su corazón.
****
No recuerdo a qué hora me dormí, pero me desperté con el maldito pitido de mi despertador negro de sobremesa. Eran las siete de la mañana y en una hora tenía que estar en el castillo ostentoso, que era mi colegio.
 Siempre me despertaba  la misma hora, con tiempo suficiente para ducharme, vestirme, desayunar y caminar hasta aquel lugar. Hoy había decidido llevar mi abrigo largo negro, bastante a juego con mi uniforme, ya que hacía bastante frió, a pesar de que en nada sería verano de nuevo.
Desayune mis tostadas con mermelada y salí de mi casa, antes de que Eric, pudiera venir conmigo. Ese momento de mi casa al instituto era mi momento de relajarme, caminar y reflexionar. Algo de paz interior que con él a mi lado, me sería imposible y que hoy necesitaba después de mi larga noche sin casi pegar ojo.
No pensaba contárselo a Lía de momento, no es porque no me fiara de mi mejor amiga, sino que, tenía el presentimiento de que era mejor que continuara en la ignorancia con esto. El viento mecía las hojas de los árboles que había a lo largo del camino, como si el presagio de que algo malo podría ocurrir en cualquier momento o eso es lo que a mí me parecía.
Hoy me tocaban casi todas las asignaturas entre la primera y segunda planta, por lo que, no tendría que moverme mucho. Mi sorpresa fue mayúscula, cuando en la puerta principal, me encontré con Gabriel apoyado, esperando a alguien. Pasé con la cabeza agachada sujetando mi mochila, cuando me algo me agarró del brazo. Me volteé sumamente cabreada, cosa que se esfumo cuando vi los cabellos rubios de Gabriel.
─Hola, mi nombre es Gabriel. Nos conocimos en la clase del profesor Matías─ dijo con una gran sonrisa.
─Am…sí, claro. ¿Qué quieres?─ esto cada vez era más extraño, jamás me hubiera imaginado que este ahora viniera a hablar conmigo, estaba claro que aquí pasaba algo.
─Solo me preguntaba si te gustaría tomarte algo conmigo en el descanso─ dijo con su sonrisa de nuevo en la cara.
─ ¿Me estas pidiendo una cita?...jajaja… ¿en serio?─ sin poder aguantar la risa. Esto era de locos. Estaba a punto de contestarle que no, cuando vi como su cabeza se alzaba y miraba a lo lejos detrás de mí. Me giré intrigada y vi a Eric, notablemente enfadado y con sus músculos en tensión acercándose. Esta era mi oportunidad perfecta, aceptaría la proposición de Gabriel y así, le demostraría mi hermanito, que yo hacía lo que quería. Estaba enamorada de él, pero no pensaba obedecerle en todo lo que me dijera.
De manera que me volví a girar hacía Gabriel y le respondí que nos veríamos a las once y media en la cafetería, ya que a esas horas salíamos al descanso, justo cuando Eric pasó al lado nuestro y nos miró con la misma furia que desde lejos.
Lía me esperaba en clase, ya sentada. Hoy nos tocaba español, su profesora era la que me había encontrado en el pasillo, cuando descubría a aquellos dos discutiendo. Antes de que entrara aproveche para contarle a Lía, que estaría con Gabriel en el descanso y que aceptaba para fastidiar a mi hermano por lo borde y estúpido que llevaba estos días.
Las clases pasaron con normalidad, excepto en Lengua que todos protestamos por el nuevo libro que nos habían mandado leer.
Cuatro corazones con freno y marcha atrás de Enrique Jardiel Poncela ya lo habíamos leído en primer año y queríamos leer algo nuevo, de manera que propusimos un concurso. Todos propondríamos un título, siempre y cuando no fuera muy popular como Crepúsculo o Harry Potter, ya que la inmensa mayoría lo habíamos leído y votaríamos para que contara este último trimestre en el examen.
Después de una interminable votación los libros más votados fueron: Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez e Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo; las dos obras entretenidas, la primera las idas y venidas de un pueblo un tanto raro y el segundo una obra de teatro que contaba las inclemencias de los vecinos de un edificio.
Finalmente nos leeríamos Historia de una escalera, ya que la gran mayoría pensaba que era más fácil leer una obra de teatro y así a los que no les gustara la lectura, sentirían curiosidad y la leerían o eso es lo que dijo nuestra profesora de Lengua.

La alarma sonó como siempre para anunciarnos el término de las clases y el comienzo del recreo, que solo duraba media hora. Me despedí de Lía, dejándola con Shannon, otra de las compañeras con la que nos habíamos empezado a llevar este último curso y me dirigí a la cafetería en busca de Gabriel.
Estaba casi en la entrada cuando alguien de nuevo, me tiró del brazo, metiéndome en una clase vacía. Levanté la vista, furiosa de nuevo y vi, esta vez a mi hermano, Eric.
─ ¿Que mierda haces, Hermanito?─ le dije furiosa, pero con mi corazón a mil por hora.
─¿ Se puede saber que hacías con ese idiota, Alex? .Te dije que no te acercaras a él y no solo no me has hecho caso, sino que, quedas en la cafetería a tomar algo.
─ Te dije y te vuelvo a repetir, que soy mayorcita, hermanito. Puedo hacer lo que me venga en gana, déjame en paz─ dije y me dirigí a la puerta para salir de allí.
─ Espera─  y me volvió a coger del brazo atrayéndome hacía él─ Gabriel es peligroso, aléjate de él, por favor.
─ Lo de hermano protector no te pega, Eric. Dame otra buena razón para que me aleje de él o saldré por esa puerta hacía la cafetería─ dije con todo el valor que me quedaba, pues me constaba un mundo ya que estamos muy pegado el uno al otro.
─ Porque…yo no quiero que estés con él─ y estoy segura que me quedé blanca, en shock, era sin duda la repuesta que menos esperaba y la que menos daría un hermano.
─ Alex…─ y me cogió la barbilla, con sus fuertes manos, levantándome la cara hacia él─ te protegeré, siempre─ y su cara se acercó a la mía dándome un casto beso en la mejilla derecha, que a mí me hizo flotar en el aire.
Después de aquello, se marchó, dejándome sola en la inmensidad de la clase vacía, intentando volver a respirar con normalidad y diciéndole a mis pies que debería caminar, que me esperaban en la cafetería y que ahora tenía una escusa más fuerte aún, para darle celos a Eric y pensar en que mi anhelo porque él me amara era más grande que hace unos días.






jueves, 13 de junio de 2013

Nueva Historia: "Amor en las estrellas"

PRÓLOGO+CAPÍTULO 1


Prólogo

Cada noche me pasaba lo mismo cuando miraba al cielo, era como si intentaran decirme un secreto que no podía descifrar. Las estrellas tan hermosas y tan misteriosas, como si fueran testigos de mi vida, como si dijeran algo, como si alguien me esperara y las mirara igual que yo...algo que me parecía absurdo y que era la razón de mi existencia.

Capítulo 1

Me encanta la lluvia; gotitas en el cristal de mi ventana que me impiden oír el bullicio de la calle a mi alrededor.
 Me llamo Rose vivo en un pequeño pueblecito llamado Faire.Durante todo el año siempre estamos con calor, un clima que me pone de los nervios porque no hay cosa que mas me guste que dormirme con una manta y un frió que me haga taparme hasta arriba. Mi casa está a las afueras del pueblo, cuando mis padres se divorciaron yo me quede con mi padre al volver a casarse mi madre. La casa tenía dos pisos  y una enorme guardilla en la que solía jugar de pequeña.La mayor parte del tiempo la pasaba en mi habitación, me encantaban esas cuatro paredes de color crema con la cama grande y decorada con una colcha de flores negras al estilo japonés.

-¿Rose?, se te va a hacer tarde para ir a clase; mi padre estaba en las escaleras de que llevaban al primer piso, donde aparte de mi habitación estaba la suya;- ¿Ya desayunaste?- era un hombre alto con tez oscura y los ojos de un verde claro; por los cuales siempre le odiaba pues los míos habían salido marrones color miel. Trabajaba como ayudante del sheriff en nuestro pueblo.

-Si papa ya voy-le contesté.

 Hoy era un día de esos con calor que tenía un matiz de nublado, con lo cual, hacía calor y algo de frió cosa que siempre agradezco. Por ello me había puesto unas botitas bajas de color tierra clarito, un pantalón azul oscuro y un jersey gris claro con mi chaqueta de cuero favorita.

 No hacía ni dos meses que me había comprado mi coche de segunda mano. Un Seat 131 diplomatic en color gris clarito que me encanto desde que lo vi en la tienda y que me conseguí comprar unos meses más tarde con mi trabajo en la tienda de antigüedades de Boop, s .Mi jefa la señora Nouveau, tenía una tiendita preciosa en la que yo además de vender o bueno intentarlo, le ayudaba a restauran las cosas que le comprábamos o nos daba la gente.Era un trabajo maravilloso que aunque la señora Nouveau no podía pagarme mucho me hacia feliz y me encantaba.

 -Me voy papá, nos vemos a las ocho cuando salga de trabajar-le dije desde el umbral de la puerta.

-Si hija, ten cuidado y hoy preparo yo la cena que llegaré antes.

-Sí, bien adiós papá-mi padre, a diferencia de muchos hombres cocinaba de maravilla, yo no lo hacía mal, pero con lo patosa que soy siempre me quemaba y manchaba muchísimo la cocina.
  
Otro principio de año en el instituto. Con este solo me quedarán dos y por fin podre irme a la universidad y aunque me encanta el lugar en el que nací estoy deseando conocer mundo. Puse mi móvil de última generación en marcha con la canción House Rio de janeiro y me dirigí a mi insufrible instituto.


Carla mi mejor amiga estaba esperándome en el aparcamiento como todas las mañanas, este verano nos habíamos visto más de lo normal ya que lo habíamos pasado juntas en una casita al lado del mar que tienen sus padres.

-Rose, otro año más aquí menos mal que nos queda poco, todos los años la misma gente y lo más aburrido del planeta-me dijo Carla con cansancio apoyada en su Ford azul.

-Si aquí nunca ocurre nada interesante, espero que por lo menos no nos toque la señorita Roswell en matemáticas porque dicen que es muy difícil aprobar con ella.-nos llevamos bien con  todos nuestros compañeros pero no compartían digamos la misma versión de la vida como la veíamos nosotros ya que se preocupaban más por salir de fiesta, besuquearse en público y dedicarle poco tiempo al estudio.

Siempre nos decían que parecía que teníamos treinta años en vez de tener diecisiete años y las hormonas muy revolucionadas.

Estábamos a punto de entrar por la gran puerta de aluminio que tenía nuestro imponente instituto de un color azul cielo cuando escuchamos un ruido de coche chirriando ruedas.

Nos giramos y  vimos un  Audi RS 5 Cabrio en azul oscuro que reconocíamos porque lo habíamos visto en una revista y nos habíamos reído imaginándonos a un hombre mayor con una mujer sin dientes. Miré a Carla y empezamos a reírnos como si nos estuvieran haciendo miles de cosquillas a la vez y no pudiéramos parar de reír.

-Mira Rose, parece que el hombre viejo se va a bajar del coche.-me dijo entre risas.

Pero yo ya no la miraba, pues no era ni mucho menos un hombre mayor sino un chico alto de pelo castaño tirando a rubio con unos vaqueros desgastados, zapatos y una chaqueta negra como de traje haciéndole juego.

Me quedé atontada y paralizada, cuando cerró el coche y mirando hacia delante nuestras miradas se cruzaron .Tenía los ojos más bonitos  que había visto en mi vida de un color verdoso con matices castaños que le hacían tener una mirada vivaz y felina.



Pasó por mi lado sin dejar de mirarme y yo paralizada ni me moví cuando él me rozo con sus brazos, contacto que me provocó un corriente eléctrica que me asusto tanto que salte y vi que el también la había sentido porque se quedo parado, un poco más mirándome con excitación y después se adentro en nuestro instituto.

-Rose, Rose. Eh...atontada-me dijo Carla zarandeándome-¿estás bien?, joder chica es la primera vez que te veo así, ¿qué ha pasado?-me dijo alarmada.

-Si estoy bien, no sé que me ha pasado es como si me hubiera atrapado y no podía dejar de mirarle. Vamos a clase o llegaremos tarde.

Carla asintió y nos dirigimos al gran salón de actos ceremonia en la cual nos asignaban nuestras clases, compañeros y tutores para el nuevo curso.

El salón de actos era de forma cuadrada con un techo color crema y unas paredes rojizas al igual que sus asientos. Carla y yo nos sentamos por el medio, pues no queríamos estar delante como todo el mundo y tampoco detrás con los más rebeldes y problemáticos del instituto.

-Mira Rose, el director Roswell se ha traído el traje de su abuela como todos los años.-me dijo entre carcajadas.


Yo también me reí sonoramente, por supuesto, pues el señor Roswell un hombre bajito con el pelo canoso y con una prominente calva, vestía siempre como un esmoquin horroroso negro y una camisa con volantes blancas.

-Si seguro que huele a viejo decrepito.- añadí riéndome.

-Bienvenidos a este nuevo curso académico, para los que no lo sabéis soy Gideon Roswell el director del instituto Sun Cross. Esto es para los que no me conocéis a los que estaré encantado de ayudar con vuestras dudas en el curso. Para los demás deciros que este año tenemos novedades. No toleraré malos modales o tonterías ya son ustedes mayorcitos y hemos preparado algo especial.-dijo con tono solemne.

El colegio ahora tenía unos papeles de expulsión e incidencias por el que te mandaban a casita si cometías alguna falta de comportamiento que verían tus padres en casa, pues tenían que firmarla. Yo tampoco es que fuera una alumna brillante, pero nunca había tenido problemas, ni me habían convocado al despacho del director.

 A continuación-continuo Gideon-diré las clases que os tocarán a cada uno. Atended que este año tenemos novedades, debido a nuestro aumento de alumnos nuevos.

Este año a Carla y a mí después de haber estado juntas desde párvulos nos tocaba separadas, porque como teníamos al nuevo nos había separado de clase. No había pasado ni un hora y ya lo odia porque por su culpa me tocaba con él y con las  mas pijas de mi instituto.

Treinta interminables minutos después salimos del salón de actos como ganado todos apretados. Teníamos diez minutos para tomarnos algo en la cafetería y volver a las aulas para conocer a nuestros profesores.

Carla y yo nos traemos siempre algo de casa, porque la cafetería, aunque era enorme en forma cuadrada  con unas columnas blancas en medio  y una gran barra se llenaba en estas ocasiones y no había quién pudiera pedir nada.

Siempre nos sentábamos al lado de la cafetería donde había un pequeño parquecito que se usaba para los peques y que en nuestros horarios no solía haber nadie.

Ten cuidado con las pijas Rose y con ese chico nuevo, no se tiene algo que no me gusta.-me dijo Carla arrugando las cejas

-Tranquila no me va a pasar nada, ya sabes que yo voy a lo mío, no creo que me coman, aunque no me queda nada con esas pijas.-le dije yo.

A los pocos minutos sonó la campana. Carla y yo subimos las escaleras y los tres pisos, para después meternos en el enorme pasillo y separarnos, pues a mí me tocaba la primera puerta y a ella la segunda.

-Nos vemos después, ten cuidado-dijo ya casi en la puerta de su clase.

-Sí, si pasa algo mándame un mensaje.-le conteste yo

Nada más llegar me encontré con el chico de antes sentado encima de una de las mesas, que eran de dos con un mismo pupitre, y rodeado de las chicas pijas como el centro de atención.

El sonreía y no paraba de hablar con aquellas tontas babosas que como no, querrían unir a otro chico guapo a su grupo. Yo me senté dos pegada a la puerta, pasando de él y de todas ellas como siempre había hecho desde que era pequeña.

A mí también habían querido reclutarme hace unos años cuando ellas empezaron a vestir así y a comportarse como unas pijas. Yo no es que sea una belleza, pero con mi pelo negro largisimo, y mis ojos marrón clarito que cambian de color con las luces solían mirarme bastante.Pero ni ellas, ni los chicos me interesaban yo tenía a Carla y odiaba a la gente estúpida como ellos.

Fue en ese momento, cuando mire para las ventanas y lo pille mirándome con esos ojos preciosos suyos y volví a sentir algo. Esta vez como un calor muy grande, como si su humor hubiera cambiado y yo pudiera sentirlo.Me dije a mi misma que era una tontería y le gire la cara, al tiempo que aparecía nuestra nueva tutora: Elena Rodríguez.

La mañana se pasó lenta. Hoy como todos los primeros días del nuevo curso solamente teníamos presentaciones.
La tutora para mí desgracia decidió que para que nos conociéramos mejor debíamos cambiarnos cada mes de sitio. Mañana sería la primera vez y elegiríamos mediante una urna con quién nos tocaba a cada uno.
Me despedí de Carla y me dirigí al trabajo. Fue una de esas tardes que estabas reventada, además nos entro mercancía nueva y tuve que cargar miles de cajas al almacén. En un momento de la tarde me había parecido haber visto al chico nuevo pero, qué tontería ya estaba tan cansada que me parecía verlo en todas partes. Había estado todo el día con el grupo de las pijas y yo pasé de él después de lo de la ventana. La tutora lo había llamado Alan Stars y al parecer venía de Nueva York porque el padre, ingeniero nuclear, lo trasladaban a la central que tenemos en las afueras de nuestro pueblo.
Llegué a casa cansadísima y solo pensando en acostarme para mañana aguantar otro día más de instituto. Mi padre preparó salmón al horno que le quedo de muerte. Después yo escuché un poco de música, hablé un poco con Carla y me dormí.
Me desperté temprano sobresaltada con una horrible pesadilla que se me había colado el tal Alan el importante.
En ella estaba en un castillo de la una antigua época que estaba en llamas. Una mujer pelirroja gritaba que huyera que nos atacaban. Fue entonces cuando él apareció en un caballo blanco y me sacó de allí, mientras yo lloraba gritando que me dejara con aquella mujer.
Fui a la ducha enseguida, necesitaba relajarme desesperadamente. Me vestí con un vestido negro de gasa y unos medias negras por encima de la rodilla con unas botas grises con pelo en por dentro. Para acabar me puse mi collar dorado de perlas que quedaba precioso y salí de mi cuarto.
Mi padre me había dejado una nota; se fue más temprano porque tenía algo urgente en la comisaría y también que hoy me tocaba a mí hacer la cena.

Llegué al instituto y aparqué mi coche, no sé si era yo, pero sentía que todos mis compañeros me miraban e incluso se paraban cuando pasaba. Fue cuando entré por las puertas, que vi a Carla corriendo hacia mí.
-Rose, Rose tienes que venir enseguida a tu taquilla no te lo vas a creer-me dijo toda alterada.
Mi taquilla estaba al final del pasillo, llevaba con la misma taquilla desde que entre en el instituto, pues te la asignaban cuando entrabas con tu número para tenerla hasta que te graduarás o te fueras de allí.
Fue entonces cuando lo vi estaba delante de mi taquilla como admirando el espectáculo, sonriendo, algo que me cabreó esa sonrisa sarcástica y de suficiencia me ponía enferma.
Carla me tiró del brazo y enfoque con espanto mi taquilla .Estaba toda llena de rosas pegadas en la puerta, mi flor favorita en color rojo, exactamente las que más me gustaban. Abrí completamente sorprendida mi taquilla y dentro había un libro que yo no había visto nunca en mi vida. En el titulo se podía leer: “El significado de las estrellas y los secretos que esconden los nombres”.
-No me dijiste que tenías un admirador secreto, tienes que contármelo todo Rose, esas cosas no se le ocultan a las amigas-me soltó Carla.
-¿Qué dices?, yo no sabía nada de esto y no tengo ninguna cosa de esas. No entiendo cómo me han puesto esto, ni quién fue y como es que sabia mis flores favoritas-dije tremendamente cabreada.
-Pues no se chica, pero fuera quién fuese se ha tomado muchas molestias.
Dejé el libro en la taquilla, después me lo llevaría al salir, y fuimos a nuestras clases.
Hoy nos tocaban los cambios de sitio en clase y como me imaginé al principio con mi mala suerte, mi nuevo compañero sería  Alan  durante un mes o sería mejor decir, el señor me rió de todo.



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